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La pandemia muestra el significado de la edad de la población

Updated: Dec 24, 2021

La pandemia COVID-19 ha tenido consecuencias en todas las facetas del mundo actual, incluyendo las que han afectado a la población en todas sus edades. Es necesario, sin embargo, escapar de la ‘tiranía de los valores medios’ para valorar los impactos diferenciales entre edades y generaciones (Burke, 2021). La edad es un hecho común sometido a varias controversias de acuerdo a la significación que se le confiere en la investigación (Rodríguez, 2021)[1]. Previamente a la pandemia, varios autores ya habían puesto en discusión algunos de esos significados tradicionales para adaptarlos a los cambios sociales actuales. Para Gratton y Scott (2017) la vida actual es un proceso más flexible y sensible a los cambios, en el que se aprecian múltiples etapas y transiciones ya no tan vinculadas a la edad como instrumento de medida. El resultado más cierto es el alargamiento de la vejez, que no es solo una ampliación de la edad, de los años que se pasan envejeciendo, sino la disponibilidad de ‘un abanico de posibilidades’ para la persona para una más completa realización vital (Bruckner, 2021) con sus luces y sus sombras (Nussbaum y Levmore, 2017).

La pandemia ha permitido valorar el significado de la edad en la investigación, de una forma mucho más directa y clara, cuando ha sido necesario definirla, utilizarla como instrumento de medida o como criterio para la gestión de la enfermedad. Una revisión no sistemática de estudios sobre la pandemia desde un punto más social y político que médico o biológico, que cubre todo 2020 desde su inicio, ha permitido extraer valoraciones de la edad en la investigación, hasta ahora no habituales. Para ello se han utilizado tres criterios: la edad como concepto que necesita ser nombrado, como instrumento imprescindible en el análisis sociodemográfico, y como elemento de referencia en el diseño e implementación de medidas de intervención contra la pandemia. El análisis se ha vertebrado identificando códigos de clasificación de esos tres criterios para analizar su contenido.


Las denominaciones de la edad

Más allá de la propia definición del diccionario, los estudios analizados no profundizan en la forma de denominar la edad, sino que se expresan con términos muy generales. De la misma manera se asume la edad en un sentido cronológico, extraída de las fuentes utilizadas para el estudio de los grupos o la estructura de edad, como medida fácilmente obtenida. Pero no se exploran suficientemente otras formas de conceptuar la edad, como la edad biológica, la edad prospectiva o la edad subjetiva.

Cuando el foco del análisis es la edad de las personas mayores, las denominaciones son generales, pero se diversifican con distintos significados y acepciones, no todos generalmente aceptados y varios de ellos con sesgos edadistas. En inglés existe un amplio catálogo, predominando las formas más generales (‘elderly’, ‘older people’). De la misma manera en castellano se mezclan acepciones muy generales e imprecisas (‘tercera edad’) con otras mucho más actuales (‘personas mayores’), a las que se añaden algunas edadistas (‘ancianos’, ‘viejos’).

Hay otra forma de denominar la edad, a través de categorías numéricas, ampliamente heterogéneas y vinculadas con la fuente estadística de la que se extraen. La estrategia más habitual es utilizar grandes grupos, generalmente tres, con evidentes limitaciones como no estar definidos los grupos según criterios homogéneos, no ser uniformes en los años empleados o dejar el umbral superior abierto con distintos años (ej. más de 60, más de 65). Su utilidad en estudios generales y comparativos es su principal valor. Es habitual también el empleo de grupos decenales terminados en cero (0) con datos procedentes de informes y/o estadísticas oficiales en estudios descriptivos y de carácter comparativo. Los grupos decenales con años terminados en cinco (5) se utilizan en encuestas en línea, que no tienen tanto interés en la comparación de situaciones, que dejan (muy) abiertos el grupo inferior (jóvenes) y superior (personas mayores) y que responden a criterios de utilidad muy específicos. Por ello tampoco se especifican los criterios de elección.

Es posible que los estudios sobre la pandemia hayan suavizado el uso más exigente de la edad, como base para la interpretación de la realidad socioeconómica en aras de la necesidad de establecer diagnósticos urgentes sobre la enfermedad en distintos contextos y situaciones.


La edad como instrumento analítico

De la misma manera, durante el desarrollo de la pandemia se ha diversificado el uso de la edad como herramienta empleada en el análisis sociodemográfico, en contraste con el uso habitual en los manuales y estudios de población antes de 2020. Se han detectado varías líneas de aplicación de la edad o su estructura en modelos individuales de carácter demográfico, comportamental o social y epidemiológicos.

Ante la necesidad de medir la incidencia de la enfermedad y la mortalidad asociada en distintos tramos de edad se han generalizado instrumentos como las tasas de letalidad y de mortalidad por infección, que se han calculado de forma separada o con otras variables de monitorización de la enfermedad. Junto a ellas han seguido mostrando su capacidad explicativa otras más tradicionales como la edad media, la pirámide de mortalidad por edades, ahora más semejante a una palmera, o la distribución del exceso de mortalidad por edades.

La edad es un vehículo explicativo de importancia cuando se han analizado procesos de contagio de la enfermedad, de percepción del riesgo de ser infectado por el virus, de adaptación a la pandemia entre personas mayores, de valoración de la edad en comportamientos vinculados con la ansiedad, la depresión, el aislamiento o la soledad. Otros aspectos sociales, también modificados por la pandemia, utilizan la edad como un referente esencial, como la vulnerabilidad social, la limitación de las relaciones sociales o el uso de tecnologías de la información y la comunicación. Y, por concluir, también es empleada en la gestión de los recursos sanitarios afectados por la evolución de los contagios por edad.

Precisamente, para otros modelos, la edad es una herramienta imprescindible para el estudio de las características epidemiológicas de la enfermedad, esencialmente las relaciones con hábitos saludables o enfermedades coadyuvantes. La mayor complejidad se expresa en los modelos epidemiológicos que valoran el desarrollo de la enfermedad a través de las transiciones entre población expuesta, sospechosa, infectada, hospitalizada y, finalmente, fallecida. Para ello se calcula la probabilidad de pasar de una situación a otra y la incidencia de las medidas de control de la enfermedad. En general, se concluye en estos modelos complejos que la edad avanzada y la concurrencia de múltiples enfermedades han agravado el desarrollo de los distintos estadios de la enfermedad.

Las medidas basadas en la edad

Según ha avanzado el desarrollo de la enfermedad distintas instituciones internacionales, nacionales, regionales y locales plantearon medidas para el control de la enfermedad, y tantas veces éstas tuvieron en la edad de las personas uno de los criterios de aplicación.

En los primeros momentos, las medidas de carácter epidemiológico fueron guiadas por el estado de fragilidad de la persona, condicionado por la edad y las enfermedades asociadas al deterioro físico: las guías clínicas, la administración de medicamentos, la aplicación de tests o los estudios de seroprevalencia siguieron este criterio. Sin embargo, la edad también estuvo en el debate en cuanto a los criterios de priorización (triage), por cuanto ésta no era el criterio fundamental, pero devino en esencial en cuanto se comprobó que las personas de más edad eran las más afectadas y no siempre quedó claro si era o no el criterio principal para la atención hospitalaria. Casi al mismo tiempo, otras medidas también fueron diseñadas con una segmentación por edad para ‘garantizar’ la eficacia en su aplicabilidad, como las medidas de movilidad o de aislamiento social en los primeros momentos de la pandemia, y posteriormente, las distintas aplicaciones del calendario de vacunación. En este último caso, el criterio de la edad es puramente instrumental, aplicando cortes en la estructura de edad sin mayor justificación que la aplicación y manejo más conveniente de grandes masas de población en relación a los recursos sanitarios disponibles.

Sin embargo, de la aplicación de la edad como criterio en el diseño de medidas contra la pandemia se deriva un hecho que, existente antes, se ha manifestado más presente en la sociedad. Es el edadismo que pueden llevar implícito muchas de estas medidas. Se trata de ‘diferenciar’ a la población mayor de edad como objeto de más atención que la que les debería corresponder como a otros grupos de población, de manera que algunos de sus derechos pueden haber sido desatendidos como consecuencia de la transmisión social de imágenes negativas. Quizás las redes sociales, en algunos casos, puedan haber contribuido a generar esa imagen negativa que proviene de prejuicios no fundamentados científicamente y sobre todo que deriva en discriminación.

En conclusión, la edad, especialmente referida a las personas mayores, ha ganado protagonismo durante la pandemia, con una mayor presencia en los medios de comunicación, con un uso más actuado en los estudios científicos, y, sobre todo, con una mayor conciencia sobre la necesidad de definir las medidas y políticas públicas de acuerdo a los intereses y necesidades de las personas, consideradas de una forma heterogénea.


Bibliografía

- Bruckner, P. (2021). Un instante eterno. Filosofía de la longevidad. Madrid: Editorial Siruela.

- Burke, S. (2021). Post-pandemic challenges for all ages in an ageing society. Quality in Ageing and Older Adults. 22(3-4): 172-177. DOI 10.1108/QAOA-08-2021-0063

- Gratton, L.; Scott, A. (2017). La Vida de 100 Años: Vivir y trabajar en la era de la longevidad. Lettera Publicaciones

- Nussbaum, M., & Levmore, S. (2017). Envejecer con sentido. Paidós

- Rodríguez, V. (2021). La edad de la población en la COVID-19: controversias socio-demográficas sobre un hecho común. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, (91). https://doi.org/10.21138/bage.3158


Por Prof. Vicente Rodríguez Rodríguez. Grupo de Investigación en Envejecimiento (GIE-CSIC).

[1] Este texto es un resultado de los proyectos “RESIDENCIAS Y COVID-19. El reto de la salud de los mayores durante la pandemia de coronavirus. SUBPROYECTO: “Entornos de las personas mayores, protectores en situaciones de emergencia sanitaria” (COVID-19) AYUDAS CSICCOVID-19 (Medidas Urgentes Extraordinarias para hacer frente al Impacto Económico y Social de COVID-19 (ref. 202010E158). I.P. Dr. Diego Ramiro, e “Investigar sobre personas mayores en residencias en tiempos de COVID-19”. Fundación General CSIC Cuenta la Ciencia. Línea COVID-19. (ref. FGCCLC-2021-0012). I.P. Dr. Vicente Rodríguez. Y del Programa de Actividades I+D “Envejecimiento Activo, Calidad de Vida y Género. Promoviendo una imagen positiva de la vejez y el envejecimiento frente al edadismo” (ENCAGEn-CM, ref. H2019/HUM-5698; I.P./Coord. Dra. Gloria Fernández-Mayoralas).


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